martes, 15 de diciembre de 2009

Climategate



Climategate

Resulta que hay un chismerío en la comunidad científica internacional. El 20 de noviembre, un fulano sin identificar irrumpió ilegalmente en el sistema de correos electrónicos de la Unidad de Investigación Climática (Climatic Research Unit, CRU) de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra. El individuo difundió en la red cientos de documentos sobre el cambio climático de 1996 a 2009, así como conversaciones privadas entre los miembros del CRU. Además de una investigación independiente para detectar al infiltrado, el asunto ha despertado un fuerte debate en los ámbitos académico, político y mediático.

El pleito está entre dos bandos: los seguidores del mainstream o corriente dominante, que argumentan que el planeta atraviesa un proceso anormal de calentamiento acelerado por la actividad humana, y los escépticos, que ponen en duda tanto el calentamiento global como su relación con la actividad humana.

Para los escépticos estos correos comprueban lo que ellos llevan años sosteniendo: que todo ha sido, si no un invento, al menos una exageración por parte de los medios de comunicación, las organizaciones ambientalistas, y los científicos aliados a ambos. Para esto citan el correo en el que un investigador explica que utilizó un “truco” con su información.  “El hecho es que no podemos explicar la falta de calentamiento en este momento y es una parodia que no podamos,” se lee en otro mail. Un tercer correo habla sobre la publicación de un texto en la revista Climate Research que cuestiona las afirmaciones de que el siglo XX presentó temperaturas más altas de lo normal. “Debemos de dejar de considerar a Climate Research como una publicación legítima y validada correctamente. Quizá debemos impulsar a nuestros colegas a que ya no citen ni envíen sus textos a esta revista.” Además, aseguran que los documentos contienen discusiones sobre cómo combatir los argumentos de los escépticos, cómo mantener sus investigaciones fuera de publicaciones académicas, y cómo destruir archivos para evitar que la información salga a la luz pública.

En suma, los escépticos dicen que los científicos mainstream han estado manipulando datos, escondiendo información, y pugnando por mantener fuera del debate a cualquier punto de vista que ponga en duda sus argumentos. Así, han armado el mayor fraude científico en la historia, ahora conocido como el climategate.
Los creyentes en el cambio climático han esgrimido diversos argumentos para defenderse. Uno, que los correos y citas están sacados de contexto, con lo cual se prestan a interpretaciones erróneas. Dos, que las conversaciones personales de un reducido grupo de científicos no deberían de invalidar la información que miles de investigadores en el mundo han producido en años recientes.  Y tres, que en ninguno de los 3 mil documentos publicados se menciona que el calentamiento global no exista ni que no esté relacionado con la emisión de gases invernadero por parte de los humanos.

En fin, que el pleito sucede a unos días de la Cumbre de Copenhague, en la que líderes del mundo pretenden alcanzar un nuevo acuerdo de regulación medioambiental que sustituya al Protocolo de Kioto. Ahora existe el miedo de que este escándalo obstaculice  el consenso en torno a cualquier documento vinculante. Porque pesar de que recientemente la ONU publicó un reporte sobre la aceleración del calentamiento, para algunos el Climategate ha cuestionado la base científica de estas afirmaciones. Incluso, senadores del Partido Republicano estadounidense piden que se investigue la veracidad de los resultados del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, en el cual se basa la estrategia de EEUU ante el cambio climático.

Muchos sospechan, en cambio, que la publicación de estos correos es sólo un episodio vergonzoso para los implicados y que no trascenderá como impedimento para las nuevas regulaciones ambientales. Coincido: en Copenhague se tomarán decisiones con razonamientos más económicos que ecológicos. Pero una cosa es difícil de negar: el episodio muestra las luchas de poder en la construcción de la ciencia. Más que poner en duda la aceleración del calentamiento del planeta a causa de nuestras acciones, los correos publicados son un recordatorio de que las ciencias exactas no se libran de los manejos políticos y, por lo tanto, distan mucho de cualquier objetividad.

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