miércoles, 7 de mayo de 2008

Medicinas Faltantes: Respuestas de Harvard ante el Reto de las Enfermedades Descuidadas

Hace unas semanas, un grupo de estudiantes de medicina organizó una serie de conferencias bajo este título. El objetivo era resaltar los temas más importantes en torno a las enfermedades descuidadas en los países menos desarrollados y lo que se ha hecho en Harvard al respecto.

‘Enfermedades descuidadas’ es el término utilizado por la Organización Mundial de la Salud para referirse a trece padecimientos, comunes en las zonas más marginalizadas. Un sexto de la población mundial sufre de estas enfermedades, principalmente la gente más pobre. (www.who.int/neglected_diseases/en/index.html).
Estas enfermedades son prevenibles y curables. Sin embargo, la falta de tratamiento conduce a enorme sufrimiento, lesiones irreversibles o, en muchos casos, la muerte.
Aún sabiendo lo anterior, no se ha destinado suficiente atención y recursos a su tratamiento. Actualmente, sólo el 10% de la inversión global en investigación se dirige a enfermedades que afectan al 90% de la población. Y entre 1975 y 2004 sólo se desarrollaron 13 medicinas para las enfermedades descuidadas (entre miles que se inventaron para otros padecimientos).
Según los panelistas de la conferencia, el problema tiene dos orígenes: investigación y provisión de servicios. Debido a que el mercado para estas medicinas sería pequeño (pues la gente afectada tiene un muy bajo poder adquisitivo), no hay incentivos para que las compañías farmacéuticas desarrollen productos nuevos. Y los medicamentos que ya existen son ineficientes ante las condiciones precarias de muchas de las poblaciones afectadas: son anticuadas, las bacterias se han vuelto resistentes, o su implementación es demasiado complicada y costosa.
Los paneles en la conferencia se enfocaron principalmente en la importancia de producir nuevos tratamientos que sean baratos, fáciles de proveer a través los sistemas de salud que las van a repartir y adaptables a los contextos particulares. En otras palabras, que sea posible transferirlos de un escenario rico en recursos a un escenario con recursos limitados.
Una de las soluciones que se propuso, fueron las ‘intervenciones de rápido impacto’ (IRI), que son una especie de ‘paquete de salud’, consistente en tres medicamentos que atacan las enfermedades descuidadas más comunes. El paquete es eficiente en cuanto a costos, y tiene la ventaja de ser una medida horizontal (que ataca a varias enfermedades a la vez.)
MI PIENSO
Estoy de acuerdo con la importancia de desarrollar medicinas nuevas y más efectivas para distribuirlas de manera gratuita o a precios bajos. Sin embargo, creo que hay un gran problema con este tipo de enfoques: el riesgo de depender demasiado en soluciones técnicas. Este tipo de propuestas no cuestionan las estructuras de injusticia y pobreza que son la verdadera causa de las enfermedades descuidadas.
Me explico. Las enfermedades como estas no son sólo un problema técnico, a resolver con nuevos tratamientos, sino que son producto de toda una estructura social. No sólo son la causa de la pobreza: también son un resultado de ella. Por lo tanto, mientras la gente siga oprimida por las condiciones de marginalización en las que vive, las enfermedades no desaparecerán, y el derecho a la salud seguirá siendo una meta sin alcanzar.
Para dar un ejemplo, voy a hablar sobre una de las enfermedades que sería atacada con las IRI: schistosomiasis. Es una enfermedad transmitida por gusanos que viven en el agua, que al entrar al cuerpo provocan una infección y, en casos graves, la muerte. No existe un medicamento que pueda prevenirla: sólo medicinas para curarla. Lo que el enfoque de IRI propone es desparasitar a toda la población periódicamente, para evitar que la infección empeore.
Sin embargo, la schistosomiasis ocurre cuando la gente entra en contacto con el agua. Y el problema, como me dijo un doctor de Zambia, es que muchos ríos y lagos están infectados con las larvas que causan la enfermedad. Cuando los niños caminan de la escuela a su casa, frecuentemente tienen que cruzar ríos contaminados. Y, sin importar que los hayan desparasitado ese día en la escuela, las probabilidades de que se vuelvan a infectar son altas. La situación es aún más grave con gente cuya actividad económica está directamente ligada a los ríos y lagos: pescadores, o mujeres que necesitan acarrear agua para sus casas.
La pregunta es, ¿qué va a pasar cuando los donadores ya no quieran dar más dinero? Ya no va a haber nadie que compre las medicinas para desparasitar, y la enfermedad seguirá ahí. En el caso de la schistosomiasis en Zambia, las IRI no son sustentables a largo plazo porque van a depender continuamente de donaciones internacionales sin atacar el problema de fondo.
No quiero argumentar que las IRI no sirven de nada, ni que ya no debería de haber investigación y desarrollo de medicinas para proveer soluciones médicas. Mi punto es que es importante mantener en mente que las cuestiones técnicas son sólo una parte del problema. Las enfermedades descuidadas, o enfermedades de los pobres, no se van a eliminar hasta que las estructuras subyacentes de pobreza no se enfrenten. Una IRI puede ayudar a reducir el impacto en los más pobres. Pero si estamos buscando alternativas sustentables a largo plazo, entonces no debemos ignorar otro tipo de soluciones que, al igual que estas enfermedades, han permanecido descuidadas.

domingo, 4 de mayo de 2008

Foro latino

Mi amigo Edgar, como es famoso y gran personaje en esta zona (spot publicitario pagado: asómense a su página: http://www.edgarbarroso.net/), recibió una invitación para hablar en un panel para una organización latina. El tema era "Imagen Latina e Identidad," y tenía que contestar preguntas como: ¿Quién es latino? ¿Cómo la cultura latina afecta al resto de Estados Unidos? ¿Cómo te indentifiacs como latino? Entre otras por el estilo. No sé bien por qué, pero Edgar me pidió que lo ayudara. Tal vez fue porque ya había percibido mi ñoñez y sabía que no lo defraudaría en algo así. Pero aunque ya tenía idea de esto, creo que de todas formas lo sorprendió mi clavadez cuando a las dos horas de que me dijo, le mandé un documento de tres hojas en Word, con mis ideas al respecto. A continuación, un resumen del documento.

Probablemente no soy la mejor persona para hablar del significado y la importancia de ser Latina. De hecho, siempre he estado orgullosa de NO ser nacionalista. La verdad es que antes de venir aquí, me costaba mucho trabajo entender qué significa ser mexicana. Y todavía más, lo que significa ser Latina. Más allá de esto, me costaba trabajo siquiera entender por qué es importante, de entrada.

Un día estaba caminando con un etiope, de visita en Boston, y nos metimos a un Seven Eleven. En cuanto entramos, vio a la chica en el mostrador y, antes de escucharla decir una palabra, él le empezó a hablar en etiope. Se dieron la mano, él compró lo que quería, y cuando salimos le pregunté: "¿Cómo supiste que era de Etiopía?" "Por sus ojos," me contestó. "Hay algo en sus ojos."

Mientras caminábamos, no pude evitar pensar en si yo podría hacer eso. ¿Podría entrar a un cuarto y, sin decir ni escuchar palabra alguna , saber si alguien más es mexicano, sólo con ver sus ojos? En ese momento, pensé que no. Y quizá sea cierto, quizá no podría.

Mario Vargas Llosa, quien vino hace unos días, tenía razón al decir que "América Latina es todo." Hay una enorme variedad de gente, lugares, culturas, creencias, valores. Tan grande, incluso, que es difícil dibujar una identidad en torno a tantos elementos. ¿Qué tengo yo, una chica de la Ciudad de México, en común con un hombre viejo viviendo en la Sierra Tarahumara en Chihuahua? O más aún, ¿qué comparto con un chavito que vive en una favela en Río, con una campesina que cosecha café en Colombia? Definitivamente mucho menos de lo que comparto con un japonés que estudia ingeniería en la Universidad de Tokio, o con mi amigo etiope que vino un par de días.

Así que al principio era muy escéptica al respecto de la "comunidad latina." Pero, conforme pasó el tiempo, mi opinión ha cambiado, un poco. He empezado a entender que, aunque es difícil ponerlo en palabras, hay algo muy real en la idea de "identidad latina." Hay algo único en compartir un chiste, una sonrisa familiar, un contexto mutuo. Hay algo dentro de mí que cuando escucho una canción, cuando leo un poema, cuando escucho un nombre, me hace sentir orgullosa. Orgullosa de venir de donde vengo, de ser parte de lo que soy parte.

Muy a pesar de lo que me habría imaginado, cada vez que oigo a alguien hablar español, tengo un impulso de hablar con quien sea esta persona. Es casi instintivo. Y no es el lenguage en sí mismo, pero lo que sé que está detrás. Esa calidez, apertura de corazón, esa alegría que no he encontrado en ningún otro lugar.

Y es muy seductivo, tengo que admitir. Tan seductivo, de hecho, que muchas personas quisieran ser Latinos. No estoy bromeando ni exagerando. Durante mis días aquí, he conocido a tres ciudadanos estadounidenses que explícitamente me han dicho que quisieran ser Latinos. Puedo hablar, por ejemplo, de mi amigo Ben. Él nació en Seattle, pero está convencido de que fue por error de la creación. Habla español y baila salsa mejor que yo. Lo de la salsa no es difícil, tengo que admitir. Casi cualquier persona en el mundo baila salsa mejor que yo. Pero que un gringo me corrija cuando hablo español, sí llega a ser frustrante.

Pero no lo culpo, de verdad. Creo que la idea de la cultura latinoamericana tiene mucho que ofrecer. No es sólo el lenguage, que es hermoso. Ni la salsa, que es divertida. Es algo dentro de todos nosotros, algo que escapa lo concreto. Un sentimiento que a veces queda capturado en un pedacito de música, en una frase en un libro, en una carcajada ligera, sincera.

Y son estas cosas las que quisiera compartir con todos. Esto es lo que quiero que la gente piense cuando piense en América Latina.

Y bueno... si algunos me conocen y han hablado conmigo sobre estos temas, quizá estén sorprendidos de que yo haya escrito esto. Por eso creo que es necesario confesar que sólo los primeros cuatro párrafos son ciertos. De ahí para abajo, fue sólo un intento de acatarme a lo que Edgar necesitaba, porque no creo que habría sido buena idea pararse en el foro de la organización de latinos, a hablar sobre la no importancia de ser Latino, sobre la no existencia de tal identidad, o sobre lo absurdo de semejantes divisiones.