Climategate
Resulta que hay
un chismerío en la comunidad científica internacional. El 20 de noviembre, un
fulano sin identificar irrumpió ilegalmente en el sistema de correos
electrónicos de la Unidad de Investigación Climática (Climatic Research Unit,
CRU) de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra. El individuo difundió en
la red cientos de documentos sobre el cambio climático de 1996 a 2009, así como
conversaciones privadas entre los miembros del CRU. Además de una investigación
independiente para detectar al infiltrado, el asunto ha despertado un fuerte
debate en los ámbitos académico, político y mediático.
El pleito está
entre dos bandos: los seguidores del mainstream
o corriente dominante, que argumentan que el planeta atraviesa un proceso
anormal de calentamiento acelerado por la actividad humana, y los escépticos,
que ponen en duda tanto el calentamiento global como su relación con la
actividad humana.
Para los
escépticos estos correos comprueban lo que ellos llevan años sosteniendo: que
todo ha sido, si no un invento, al menos una exageración por parte de los
medios de comunicación, las organizaciones ambientalistas, y los científicos
aliados a ambos. Para esto citan el correo en el que un investigador explica
que utilizó un “truco” con su información.
“El hecho es que no podemos explicar la falta de calentamiento en este
momento y es una parodia que no podamos,” se lee en otro mail. Un tercer correo
habla sobre la publicación de un texto en la revista Climate Research que cuestiona las afirmaciones de que el siglo XX
presentó temperaturas más altas de lo normal. “Debemos de dejar de considerar a
Climate Research como una publicación
legítima y validada correctamente. Quizá debemos impulsar a nuestros colegas a
que ya no citen ni envíen sus textos a esta revista.” Además, aseguran que los
documentos contienen discusiones sobre cómo combatir los argumentos de los
escépticos, cómo mantener sus investigaciones fuera de publicaciones
académicas, y cómo destruir archivos para evitar que la información salga a la
luz pública.
En suma, los
escépticos dicen que los científicos mainstream
han estado manipulando datos, escondiendo información, y pugnando por mantener
fuera del debate a cualquier punto de vista que ponga en duda sus argumentos. Así,
han armado el mayor fraude científico en la historia, ahora conocido como el climategate.
Los creyentes en
el cambio climático han esgrimido diversos argumentos para defenderse. Uno, que
los correos y citas están sacados de contexto, con lo cual se prestan a interpretaciones
erróneas. Dos, que las conversaciones personales de un reducido grupo de
científicos no deberían de invalidar la información que miles de investigadores
en el mundo han producido en años recientes. Y tres, que en ninguno de los 3 mil documentos
publicados se menciona que el calentamiento global no exista ni que no esté
relacionado con la emisión de gases invernadero por parte de los humanos.
En fin, que el
pleito sucede a unos días de la Cumbre de Copenhague, en la que líderes del
mundo pretenden alcanzar un nuevo acuerdo de regulación medioambiental que
sustituya al Protocolo de Kioto. Ahora existe el miedo de que este escándalo
obstaculice el consenso en torno a cualquier
documento vinculante. Porque pesar de que recientemente la ONU publicó un
reporte sobre la aceleración del calentamiento, para algunos el Climategate ha cuestionado la base
científica de estas afirmaciones. Incluso, senadores del Partido Republicano
estadounidense piden que se investigue la veracidad de los resultados del Panel
Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU, en el cual se basa la
estrategia de EEUU ante el cambio climático.
Muchos
sospechan, en cambio, que la publicación de estos correos es sólo un episodio
vergonzoso para los implicados y que no trascenderá como impedimento para las
nuevas regulaciones ambientales. Coincido: en Copenhague se tomarán decisiones
con razonamientos más económicos que ecológicos. Pero una cosa es difícil de
negar: el episodio muestra las luchas de poder en la construcción de la
ciencia. Más que poner en duda la aceleración del calentamiento del planeta a
causa de nuestras acciones, los correos publicados son un recordatorio de que
las ciencias exactas no se libran de los manejos políticos y, por lo tanto, distan
mucho de cualquier objetividad.