Prototipo antipolítico
Hace tiempo leí en un periódico que
se referían a Juanito como “el prototipo de la antipolítica.” Esto por ser
analfabeta, ignorante, sin principios y ambicioso, es decir “el retrato de la
ridiculez y la desvergüenza”.
Dicen que en Bogotá también hay
un antipolítico, un señor de nombre Antanas Mockus. Él también parece ser
bastante desvergonzado porque cuando era rector en la Universidad Nacional de
Colombia, se bajó los pantalones frente a un auditorio de estudiantes para
captar su atención. Después de eso se volvió famoso y lo eligieron alcalde en
1995, y en 2001.
Antanas estudió matemáticas y
filosofía, y durante años se dedicó a la enseñanza y la academia. Pero su
incursión en la política no implicó abandonar estos ámbitos por completo.
Cuando quedó al frente del gobierno en la capital colombiana, que describió
como “un aula de 6.5 millones de personas”, el profesor no dejó atrás los métodos
didácticos. Para su gabinete se olvidó de las figuras políticas y un séquito de
académicos ocupó los cargos más importantes. Con este soporte, su
administración fue un constante experimento social para combatir la corrupción,
inseguridad, violencia e impunidad que aquejaban a la ciudad.
El principal motor de las
acciones de Mockus es, según sus palabras, una pasión por enseñar. Su idea es
que cuando la gente conoce las reglas, “y se familiariza con ellas a través del
arte, el humor y la creatividad, es más probable que acepte el cambio”. Sobre
esta base implementó una serie de medidas inusuales con las que hizo frente a
los principales problemas en Bogotá. Sus métodos van desde fundar un club de
taxistas honestos hasta organizar una “”Noche de las mujeres,” en la que los
hombres permanecieron en casa cuidando a sus hijos y 700,000 mujeres salieron a
celebrar.
Cuando en Bogotá hubo escasez de
agua, en televisión aparecieron imágenes de Mockus dándose un baño, y mostrando
cómo hay que cerrar el agua mientras uno se enjabona. El efecto fue inmediato:
en dos meses se redujo en 14% el consumo. Después, gracias a incentivos
económicos, la reducción en el uso de agua en Bogotá llegó a ser del 40%.
Levanten la mano los que quieren ver imágenes de Ebrard en la regadera.
Cuando el número de personas que
morían por accidentes viales era preocupante, Antanas contrató a 420 mimos para
que dirigieran el tráfico en Bogotá. Su trabajo: ridiculizar a los peatones que
no respetaran los pasos de cebra, porque el alcalde pensaba que los colombianos
temen más a quedar en ridículo que a pagar una multa. Cierto o no, las muertes
por accidentes automovilísticos se redujeron en 50% durante su mandato. Pero quizá
los chilangos perderíamos nuestra esencia si dejáramos de cruzar las calles por
donde nos da la gana.
Cuando no le alcanzaban los
dineros, pidió a la gente que pagara un 10% adicional de impuestos voluntarios,
y 63,000 ciudadanos lo hicieron. El cambio de actitud de los bogotanos respecto
a las contribuciones fiscales fue evidente en 2002, cuando el gobierno recaudó
más del triple de ingresos que en 1990, gracias en parte a un aumento en los
impuestos que Mockus anunció desde su candidatura. Esto funciona cuando la
gente confía en una buena administración. ¿Cuántos defeños le daríamos una
ayudadita a Marcelo, a nombre de la confianza y la amistad?
Con medidas de este estilo,
Mockus tuvo logros importantes. Alcanzó una reducción del 70% en la tasa de
homicidios, abasteció de agua potable a todas las casas de la ciudad y proveyó
drenaje al 95%. Pero más valiosa fue la transformación de la cultura cívica de
los bogotanos, que llevó a un aumento en su participación e involucramiento
para enfrentar los problemas de la ciudad.
Hay quienes dicen que Antanas
Mockus es el prototipo del antipolítico en América Latina. Pero si en México la
alternativa se encarna en un Juanito, si a eso se reduce nuestra imaginación
para pensar fuera de los moldes tradicionales de la política, entonces ¿qué
esperanzas?
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