sábado, 16 de febrero de 2008

Conflicto electoral en Kenia

La situación en Kenia ha llegado a un grado peligroso. En los foros de expertos se empiezan a escuchar comparaciones con el conflicto en Ruanda, y la palabra "genocidio" aparece cada vez con más frecuencia. El problema no es solamente un conflicto electoral, sino que tiene raíces étnicas mucho más profundas y arraigadas. En ciertos aspectos la elección fue una excusa que desató resentimientos antiquísimos entre las distintas tribus, provocados principalmente por la percepción de que los Kikuyu gozan de una situación favorecida. Las acciones violentas tomadas por los grupos de oposición se salieron de control y alcanzaron tal magnitud por varias razones.
Una de estas razones es la pérdida del monopolio de la fuerza por parte del Estado. Desde los ochenta, políticos de ambos bandos han utilizado bandas paramilitares para atacarse unos a otros, por lo que la estructura existe para que la gente tome la fuerza en sus manos y la convierta en un intento de exterminar a la otra tribu.
La segunda razón es la debilidad de las instituciones, que deliberadamente han sido centralizadas para otorgar mayor control al presidente.
Una tercera razón quizá sea el clientelismo y la falta de separación entre gobierno y partidos, lo que intensifica las tensiones entre las tribus.
El resultado fue esta catástrofe. La violencia estaba en espera, unas elecciones cerradas era la chispa que hacía falta, y sin instituciones con fuerza y credibilidad, la situación se sale de control. Incluso organismos internacionales como Human Watch Group argumentan que la violencia fue planeada desde antes de las elecciones. Sea o no sea cierto, esto ya quedó atrás porque aún si la causa fuera la incertidumbre en las elecciones, actualmente el conflicto tiene otras bases más difíciles de resolver.
El problema ahora es que no importa que Odigna y Kibaki busquen llegar a un acuerdo entre ellos. La situación ya ni siquiera está en sus manos. La identidad de tribus fue manejada de tal forma que el deseo de venganza ya permeó entre la gente, que se están matando unos a otros.
Platicando con un grupo de kenianos que viven en Estados Unidos pude percibir una fracción de sus reacciones ante la situación. Esta gente está consciente del riesgo al que Kenia se enfrenta de perder todo lo que ha logrado al proyectarse como uno de los países con más desarrollo político en la zona. No sólo es el desconcierto de ver que los que antes eran vecinos y se casaban entre ellos, ahora se están matando. También está el miedo de lo que puede venir, que se resume en una frase de Mubai, un hombre de 45 años: “Si las cosas siguen así, ninguno de nosotros tiene un país al cual regresar.”
No obstante, la solución está en esa misma gente. Mubai hablaba a los otros sobre la importancia de dejar atrás la identidad de tribu para presentarse como una sola Kenia, ya que el deterioro de la imagen de este país ante el mundo tendría terribles consecuencias para ambos bandos. “Pase lo que pase, todos perdemos.” Al escucharlo pensaba que el argumento era ingenuo, hasta que escuché a los otos dos, un Kikuyu y un Lúo, ponerse de acuerdo en la necesidad de fortalecer las instituciones para bien de ambos bandos, sin importar que esto otorgara mayor poder político a la minoría que hoy intenta gobernar al país.
La mediación de Annan puede ser de utilidad si logra crear las bases para fortalecer las instituciones a mediano y largo plazo. Pero a corto plazo, está en manos de la gente poner fin a la violencia que sólo traerá desgracias para todos.

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