En la guerra de Bosnia, entre 20
mil y 50 mil mujeres musulmanas fueron víctimas de abuso sexual por parte de soldados
serbios. Durante la guerra del Congo, se estima que los militares
violaron a 200,000 mujeres. En el
genocidio de Rwanda, los reportes de la ONU calculan que entre 250,000 y 500,000 ruandesas fueron abusadas sexualmente. Así, la
violación como arma de guerra se ha utilizado en diversos conflictos armados. A diferencia de un abuso sexual común, en estos
casos no se trata de actos aleatorios u ocasionales, sino de una estrategia sistemática
de guerra psicológica promovida
por los mandos militares.
En México, la violación sexual a civiles
por parte de miembros de las Fuerzas Armadas también existe. Desde que llegaron los guachos aquí a la comunidad, violaron a las
mujeres. Así hacen ellos. A las niñas les da miedo ya ir a la escuela, porque
saben que ahí anda todavía el militar y no se ha hecho justicia. Este es un fragmento de la historia de Natalia,
una campesina indígena de Ayutla, Guerrero. Para ella, los militares no
representan disciplina, orden y solidaridad, que de acuerdo a encuestas la opinión pública mexicana
coloca como los principales atributos del Ejército. En cambio, para gente como Natalia los guachos son sinónimo de represión, abuso
y miedo. Su percepción surge a raíz de los abusos cometidos por miembros de las
Fuerzas Armadas en contra de la población civil. La violación de las mujeres es
una de las formas más tangibles y más crueles de estos abusos.
Como en los casos de Bosnia y Congo, tampoco
aquí se trata de actos aleatorios. Si bien en México no existen, ni
con mucho, los números de violaciones sexuales que se reportan en otros
conflictos, de acuerdo con los habitantes de Ayutla estos abusos se presentan
sistemáticamente, como parte de una estrategia de
contrainsurgencia con la cual el gobierno federal busca
desarticular movimientos sociales en la región.
Quizá las
historias más representativas en la región son las de Inés y Valentina, dos
indígenas me’phaa que fueron violadas por miembros del Ejército Mexicano en
2004. Ambas forman parte de la Organización de Pueblos Indígenas Me’phaa, OPIM,
que surge como reacción a la masacre cometida por el Ejército en El Charco en
1998. Desde entonces la OPIM, con ayuda del Centro de Derechos Humanos de la
Montaña Tlachinollan, se ha dedicado a documentar y denunciar los abusos de las
Fuerzas Armadas en la región.
“Los guachos desde siempre han violado
a muchas mujeres. Pero a las que violaron más reciente, eran precisamente compañeras
nuestras de la OPIM. ¿Por qué violaron justamente a estas dos compañeras?
Quieren espantarnos, por ser defensores de derechos humanos,” dice la
presidenta de la organización me’phaa.
Las denuncias
por la violación de ambas mujeres se levantaron y las autoridades mexicanas han
sido lentas e ineficientes en las investigaciones, como lo han sido ante las
quejas por otros abusos cometidos por el Ejército y documentados por la OPIM.
Sin embargo, los casos de Inés y Valentina han obtenido una proyección internacional
gracias al apoyo de organizaciones externas como Tlachinollan y Amnistía
Internacional. Actualmente ambos casos se encuentran en la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, esperando una resolución.
Por mientras,
Inés, Valentina, y varios otros miembros de la OPIM y Tlachinollan están bajo
medidas cautelares, debido a amenazas de muerte que han recibido y que, en algunas
ocasiones, se han cumplido. Tal es el caso de Lorenzo, hermano de Inés, quien
después de recibir amenazas directas fue asesinado. Las circunstancias de su
muerte aún no se aclaran y las investigaciones no han avanzado en encontrar al
culpable, pero para Inés la cosa está muy clara. “A mí me violaron los guachos, me mataron a mi hermano
Lorenzo, a él porque fue el que me apoyó para hacer mi denuncia de la violación.”
Los soldados en
México son, según la opinión pública, disciplinados (90%), solidarios (80%),
honestos (68%), tolerantes (63%), y respetuosos de los derechos humanos (64%).[1] Y ojalá esos sean los soldados que hoy andan por todo el país combatiendo el narcotráfico. Pero
los guachos, esos que están en Ayutla,
esos que violan y matan y torturan, esos son otra historia.... ¿O no?
[1] Ver: Encuesta Nacional
IPSOS-BIMSA/El Universal: Imagen del Ejército Mexicano. 2007. Los porcentajes
representan a las personas que respondieron que asocian al Ejército Mexicano
“mucho” o “algo” con los atributos mencionados.